Bajo
el aire es una serie de cortos relatos autoconclusivos. Es ,sin
duda, una de las más impactantes y desgarradoras creaciones del
“Dios de los manga”. Quienes creían que tal honor recaía en
Adolf, con la lectura de este volumen se van a llevar una sorpresa.
Tezuka,
sin abandonar su producción “para todos los públicos”, supo
aprovechar fructíferamente la década de los 60 para experimentar e
innovar dentro del manga.
Cada
entrega de Bajo el aire tiene una extensión aproximada de entre 15 y
30 páginas, presentando una gran variedad de personajes y
escenarios. Tezuka, a la par que demuestra su maestría en el relato
corto, exhibe las preocupaciones habituales en buena parte de su
obra: el respeto a la vida y a los derechos humanos, el uso no
siempre correcto de los avances científicos o el constante temor a
un cataclismo mundial, entre otros. La historia que
abre el volumen, La ejecución terminó a las tres, ya evoca el
espíritu de los siguientes relatos: durante la 2ª Guerra Mundial,
un científico judío, el Dr. Frosch, es forzado por los poderes
nazis a revelarles el secreto de una invención suya, el “dilatador
temporal”, una droga que hace que el tiempo pase muy lentamente
para quien la toma.
Las
siguientes entregas abarcan tramas como la de un importante director
de empresa que lleva una doble vida como mendigo, un delincuente que
mientras estaba fugándose se convierte inesperadamente en héroe al
rescatar a un piloto gravemente herido o, en el relato que cierra el
volumen, Nuestro mundo, un niño y una niña que, desde una Tierra al
borde de la destrucción, son enviados al espacio exterior en una
cápsula en la que crecen y se desarrollan mientras van en busca de
un destino donde iniciar una nueva existencia.
Incluso
el propio Tezuka aparece en dos episodios: Punta escama y Robana.
Aunque Tezuka fuera, ya en la época en que apareció el presente
manga, un autor de estilo “clásico”, utilizando su habitual
diseño de personajes redondo y una puesta en escena a menudo
convencional (son habituales las páginas con las viñetas dispuestas
en cuatro tiras), ello no le impedía llevar a cabo experimentos
visuales: son destacables las viñetas que abren el relato La chica
de la ventana oscura (página 112 y primera tira de la 113) o la
tercera y cuarta páginas de El Camaleón (páginas 215 y 216), donde
Tezuka logra unas llamativas composiciones de viñetas “de momento
a momento”, como diría Scott McCloud, de hecho gran admirador de
Tezuka, en su imprescindible Understanding Comics.
También, pese al
carácter mayoritariamente dramático de las historias, Tezuka aporta
unos breves interludios humorísticos en los que los personajes son
conscientes del hecho de que son eso mismo, personajes de historieta:
en una escena del relato El valle perdido, en la que hay mucha
niebla, un personaje comenta “...y el dibujante aprovecha para
ahorrarse detalles”; mientras que el protagonista de El camaleón,
desesperadamente hambriento al hallarse en una zona desértica donde
no hay absolutamente nada de comer, llega a comerse ¡sus propias
onomatopeyas!
En
definitiva, una obra plenamente recomendable - como casi toda la
producción de Tezuka- para los amantes del buen cómic de cualquier
época y nacionalidad.
Y
lo más importante: los relatos que integran Bajo el aire siguen
siendo plenamente de actualidad después de casi 40 años de su
publicación, dado que, a la vista de la situación mundial del
momento, poco ha evolucionado la especie humana en los últimos
tiempos. Quizá evolucionaría un poco más si leyese las obras deTezuka
o de otros de los grandes narradores gráficos que ha dado la
Historieta a nivel mundial.
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