Un
cómic de argumento
sobresaliente con una potente carga expresiva en
su dibujo y un argumento repleto de ritmo, intriga y tensiones
psicológicas. Un retrato social descarnado; una canción de amor a
lo urbano. Un puzzle magnífico y una historia absorbente para una
obra que podría definirse en dos palabras: “diferente” y
“moderna”. Su único problema es que la
trama tal vez se alargue demasiado para
lo simple que resulta en realidad. Y es que aunque las historias de
género negro deben tener muchas ramificaciones para lograr un efecto
dramático adecuado , no asistimos en esta serie tanto a un
alargamiento como a una
trama ralentizada y poco dosificada,
con arcos argumentales que no avanzan casi nada en los temas
principales y otros que resuelven muchas dudas con excesiva
celeridad.
De
lo que no hay duda es de que no puede hablarse aquí de
serialización… Azzarello
y Risso construyen una única historia que no aparece fragmentada ni
compartimentalizada.
No hay arcos o números, sino capítulos de una única obra que no
tiene nada que ver con magnicidios y organizaciones secretas,
sino con
esos pequeños dramas cotidianos que nos cuenta;
con Cole Burns, con Wylie Times, con Victor Ray, con Philip Graves,
con Milo Garrett y con todos los tequilas que se toman entre frías
notas de jazz y densas volutas de humo. Con esas ciudades que no son
un mero escenario, sino que devienen en un ente pasional, vivo y
palpitante. ¿El resto? El resto es simplemente la excusa argumental
que permite sumergirse en un océano de sensaciones y emociones
poblado por magnéticas mujeres fatales y elegantes antihéroes para
un nuevo siglo. Un océano más tumultuoso cuanto más cerca está de
esa realidad capaz de transmitir lo que la mejor de las ficciones
sólo roza: Verdad.
Lo
primero que hay que decir de 100
Balas es
que es una serie con alta
densidad de viñetas por página (de
siete a ocho) y que ésta suele mantenerse constante o incluso
aumentar cuando las variaciones en la expresión de los personajes
condicionan la tensión de la escena, bien para permitir identificar
la más nimia de esas diferencias como para enlentecer el ritmo y
potenciar así el clímax. Paralelamente, la
dimensión de las viñetas suele ser desigual y aparentemente
desordenada,
al tiempo que la estructura rara vez se repite. No obstante, la
composición de la página es armoniosa y equilibrada, lo que permite
que cada una de ellas funcione como una unidad al tiempo que favorece
una integración total entre estilo narrativo (entrecortado, rítmico,
rápido) y visual, caracterizados ambos por su dinamismo. Este diseño
de página tan elaborado alcanza su culmen cuando Risso (o tal vez
Azzarello) usan planos atípicos para algunas escenas, ofreciendo
muestras de auténtico virtuosismo e incluso de poesía visual.
También en el terreno compositivo, es frecuente el uso de un
dibujo estático en segundo plano que ocupe toda la
página(superviñeta,
como la llamara Eisner) y del que se destaca una sola escena que
suele estar descentrada, dejándose el resto sin definir al objeto de
superponer sobre el mismo viñetas más pequeñas para subrayar el
carácter central que tienen los acontecimientos de esa primera
ilustración. Rara vez la composición ocupa toda o gran parte de la
página cuando está destinada a la acción de un personaje, aunque a
veces se usa este recurso para potenciar el efecto emocional
(acompañándose de una onomatopeya perfectamente integrada).
Sea como fuere donde realmente destaca Risso es en la creación de ambientes y en la caracterización, sirviéndose fundamentalmente de la simplificación tanto a nivel compositivo como de ejecución gráfica propiamente dicha, para lo que utiliza tres recursos formales de manera recurrente: la esquematización de la linea, el empleo de tintas planas y el forzado del contraste lumínico. El arma de Risso para definir los personajes es la línea, cuya simplificación le permite marcar la expresividad de los mismos y proporcionar identidad propia a todos los caracteres de 100 balas, con un estilo a veces grotesco e incluso feísta. Pero no queda ahí: su dominio sobre la línea le permite definir la psicología y el temperamento de sus creaciones, rara vez ausentes de tensión, en una suerte de agresividad expresiva para con el lector que se hace patente en especial con los primeros planos. De este empleo esquemático de la línea pasa a otro más intenso, en el que ésta se convierte en mancha, resolviendo la composición a base de grandes masas de tintas planas, en las que el color aparece sólo donde la ausencia de tinta negra se lo permite. Por tanto, la forma de iluminar determina en gran medida la composición, pues prácticamente con dos grandes masas (una negra y otra de color) es capaz de resolver tanto planos generales de una viñeta como primeros planos de un rostro en un efecto lumínico que evoca notablemente la cartelización.
Sea como fuere donde realmente destaca Risso es en la creación de ambientes y en la caracterización, sirviéndose fundamentalmente de la simplificación tanto a nivel compositivo como de ejecución gráfica propiamente dicha, para lo que utiliza tres recursos formales de manera recurrente: la esquematización de la linea, el empleo de tintas planas y el forzado del contraste lumínico. El arma de Risso para definir los personajes es la línea, cuya simplificación le permite marcar la expresividad de los mismos y proporcionar identidad propia a todos los caracteres de 100 balas, con un estilo a veces grotesco e incluso feísta. Pero no queda ahí: su dominio sobre la línea le permite definir la psicología y el temperamento de sus creaciones, rara vez ausentes de tensión, en una suerte de agresividad expresiva para con el lector que se hace patente en especial con los primeros planos. De este empleo esquemático de la línea pasa a otro más intenso, en el que ésta se convierte en mancha, resolviendo la composición a base de grandes masas de tintas planas, en las que el color aparece sólo donde la ausencia de tinta negra se lo permite. Por tanto, la forma de iluminar determina en gran medida la composición, pues prácticamente con dos grandes masas (una negra y otra de color) es capaz de resolver tanto planos generales de una viñeta como primeros planos de un rostro en un efecto lumínico que evoca notablemente la cartelización.
Es,
en resumen, un uso peculiar del claroscuro
rozando lo tenebrista,
muy matizado por colores cálidos y el referido empleo de tintas
planas . Todo ello facilita la construcción
gráfica de ambientes de acusada plasticidad,
que sumergen al lector en un intenso mundo de potentes cargas
sinestésicas con el jazz y el blues. Las imágenes que nos asaltan
son agresivas, sórdidas; huelen a tabaco espeso y saben a tequila o
a vodka (las bebidas preferidas de Cole y Graves).
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