jueves, 24 de abril de 2014

BAJO EL AIRE

Bajo el aire es una serie de cortos relatos autoconclusivos. Es ,sin duda, una de las más impactantes y desgarradoras creaciones del “Dios de los manga”. Quienes creían que tal honor recaía en Adolf, con la lectura de este volumen se van a llevar una sorpresa.

Tezuka, sin abandonar su producción “para todos los públicos”, supo aprovechar fructíferamente la década de los 60 para experimentar e innovar dentro del manga.
Cada entrega de Bajo el aire tiene una extensión aproximada de entre 15 y 30 páginas, presentando una gran variedad de personajes y escenarios. Tezuka, a la par que demuestra su maestría en el relato corto, exhibe las preocupaciones habituales en buena parte de su obra: el respeto a la vida y a los derechos humanos, el uso no siempre correcto de los avances científicos o el constante temor a un cataclismo mundial, entre otros. La historia que abre el volumen, La ejecución terminó a las tres, ya evoca el espíritu de los siguientes relatos: durante la 2ª Guerra Mundial, un científico judío, el Dr. Frosch, es forzado por los poderes nazis a revelarles el secreto de una invención suya, el “dilatador temporal”, una droga que hace que el tiempo pase muy lentamente para quien la toma.

Las siguientes entregas abarcan tramas como la de un importante director de empresa que lleva una doble vida como mendigo, un delincuente que mientras estaba fugándose se convierte inesperadamente en héroe al rescatar a un piloto gravemente herido o, en el relato que cierra el volumen, Nuestro mundo, un niño y una niña que, desde una Tierra al borde de la destrucción, son enviados al espacio exterior en una cápsula en la que crecen y se desarrollan mientras van en busca de un destino donde iniciar una nueva existencia.
Incluso el propio Tezuka aparece en dos episodios: Punta escama y Robana. Aunque Tezuka fuera, ya en la época en que apareció el presente manga, un autor de estilo “clásico”, utilizando su habitual diseño de personajes redondo y una puesta en escena a menudo convencional (son habituales las páginas con las viñetas dispuestas en cuatro tiras), ello no le impedía llevar a cabo experimentos visuales: son destacables las viñetas que abren el relato La chica de la ventana oscura (página 112 y primera tira de la 113) o la tercera y cuarta páginas de El Camaleón (páginas 215 y 216), donde Tezuka logra unas llamativas composiciones de viñetas “de momento a momento”, como diría Scott McCloud, de hecho gran admirador de Tezuka, en su imprescindible Understanding Comics. 
También, pese al carácter mayoritariamente dramático de las historias, Tezuka aporta unos breves interludios humorísticos en los que los personajes son conscientes del hecho de que son eso mismo, personajes de historieta: en una escena del relato El valle perdido, en la que hay mucha niebla, un personaje comenta “...y el dibujante aprovecha para ahorrarse detalles”; mientras que el protagonista de El camaleón, desesperadamente hambriento al hallarse en una zona desértica donde no hay absolutamente nada de comer, llega a comerse ¡sus propias onomatopeyas!

En definitiva, una obra plenamente recomendable - como casi toda la producción de Tezuka- para los amantes del buen cómic de cualquier época y nacionalidad.
Y lo más importante: los relatos que integran Bajo el aire siguen siendo plenamente de actualidad después de casi 40 años de su publicación, dado que, a la vista de la situación mundial del momento, poco ha evolucionado la especie humana en los últimos tiempos. Quizá evolucionaría un poco más si leyese las obras deTezuka o de otros de los grandes narradores gráficos que ha dado la Historieta a nivel mundial.









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