martes, 22 de abril de 2014

LA MALA GENTE


LA MALA GENTE / Étienne Davodeau



Étienne Davodeau es autor de historietas ya hecho, que ha firmado docena y media de títulos, casi siempre historias de gente corriente, que critican comportamientos y costumbres o denuncian la especulación y las componendas políticas, con una discreta acogida del público francés. La mala gente ha debido de dar en el blanco de la sensibilidad del lector común, pues ha ganado casi todos los premios imaginables: el de mejor guión y el del público en el festival de Angoulême, el de la crítica —la ACBD—, el de France Info a la mejor historieta de actualidad, entre otros. Resulta afortunado que fuera éste el título que lo presentó al público español.

Los ingredientes de La mala gente son similares a los de otras obras suyas. Davodeau se dibuja de nuevo como personaje que indaga en las vidas de otros para contarlas y describir así la realidad contemporánea de su país. Lo peculiar de este título es que el dibujante acosa a preguntas a sus padres, con idea de contar qué les condujo desde su infancia en el pueblo —en esa comarca de Mauges que presta mote a sus habitantes y título a la obra— a las asociaciones católicas de base, al sindicalismo y, por fin, a la militancia de izquierdas. La mala gente cuenta los trabajos y los días de una generación de franceses, los nacidos a comienzos de los cuarenta, hasta el 10 de mayo de 1981 en que el socialista Miterrand ganó por primera vez las elecciones.

Davodeau despliega tal biografía generacional con talento de buen narrador. El carácter testimonial de su relato requiere a menudo largos textos narrativos en que sus protagonistas, Maurice y Marie-Jo Davodeau, explican circunstancias y detalles de su madurar. Aunque largos, tienen la ligereza de conversaciones y disputas entre autor y testigos, con un estilo coloquial, divagaciones ocasionales y, en suma, mucha vivacidad. La misma que anima su dibujo, de línea suelta y sombras acuareladas expresivas. La relación actual con sus padres, que interrumpe y puntúa el relato histórico, lo aviva, lo hace próximo y creíble. Davodeau habla de una generación con la curiosidad y el afecto que lo unen a dos seres próximos. La suya es una obra viva, que irradia comprensión crítica y ternura.










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