martes, 11 de marzo de 2014

KOMA


Resulta interesante fijarse en la 

progresión que se produce en 

esta serie en la que todo el armazón 

argumental recaía enormemente 
en manos de su dibujante, 

Frederik Peeters.


Desde la primera entrega Peeters conseguía introducirnos en las claves principales de la historia a través de los inmensos ojos negros de Addidas, la niña protagonista. Cuatro escenas escogidas, algunos breves diálogos rebosando cotidianidad y un atisbo de presentación de los dos escenarios principales lograba que nos adentrásemos en aquel nuevo mundo movidos, sobre todo, por la extraña empatía establecida con aquella chiquilla que parecía terriblemente enferma.















Wazen, confiando plenamente en Peeters, otorga al dibujante la responsabilidad de hacer que el silencio hablara. Y Peeters, con toda la espontaneidad de su pincel y la inspiración de sus diseños, arremete contra nosotros con el arma ante la que podíamos sentirnos más indefensos: la mirada de una niña.




Encariñados ya sin remedio de Addidas, el argumento gana en dinamismo, la relevancia de los diálogos es mayor y las diversas escenas van aportando nuevos datos sobre este extraño mundo infestado de chimeneas al tiempo que plantean nuevos interrogantes. Wazen se crece para ponerse al mismo nivel que Peeters y juntos arrancan de veras con esta historia, ahora que los vínculos afectivos entre lector y protagonista están asegurados.
Y así nos brindan un relato tierno y optimista. Con sus dosis de intriga y misterio. Con esa humanidad rebosante que transpiran los niños y que hace que éste sea un cómic apto tanto para grandes como para pequeños. Curiosos, queremos saber más cuanto más nos expliquen. Encaprichados, ya no podremos permitir que Addidas salga de nuestra vida.














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