Lectura
apasionante de principio a fin, que aúna
una asombrosa capacidad para intrigar con una nada desdeñable
cualidad de dejar sin aliento al lector,
‘Érase una vez en Francia’ es, sin lugar a dudas, el trabajo
cumbre de ese irregular guionista que hasta ahora había sido Fabien
Nury.
Responsable de títulos que se mueven entre lo pasable (‘W.E.S.T‘)
y lo olvidable (‘Yo
soy legión‘),
Nury firma aquí una historia narrada, haciendo uso de los mismos
personajes, en tres líneas temporales bien diferenciadas.
La
primera de ellas, la que abre la lectura, nos presenta en tres breves
páginas el origen de esa suerte de mafioso
francés
que será protagonista principal (que no absoluto) de la
acción,Joseph
Joanovici,
un judío inspirado en un personaje real que formó
parte de la Francia colaboracionista con el gobierno de Vichy
mientras que también ayudaba a la resistencia.Abundando
la línea temporal aquí abierta en cómo Joanovici llega a conseguir
su privilegiada posición de poder, la segunda de las narraciones,
introducida en la cuarta página, nos lleva a mediados de los años
sesenta, con un Joseph ya anciano al que todavía persiguen los
demonios de la caza a la que se vio sometido por parte de su Javert
particular, el juez Fayon.
Cerrando
el trío, Nury nos lleva a 1947, momento en que las autoridades
comienzan a dar caza a Joanovici por las firmes sospechas que tienen
sobre su carácter colaboracionista. Entretejiendo
las tres líneas de forma soberbia sin que en ningún momento el
lector pierda el hilo de alguna de ellas,
el guionista presenta y define a la perfección a un pequeño
universo de personajes que van desde la esposa y la amante de
Joanivici al juez que lo perseguirá incansable, el hermano que
siempre se mantendrá a su lado, los policías corruptos que le
ayudarán en su ascenso o el mando nazi que le abrirá camino
haciendo lo que sea necesario .
Pero
el trabajo de Nury no encontraría tan sobresaliente apreciación
sino hubiera venido acompañado por el sublime trabajo que hace
Silvain
Vallée a
los lápices, tintas y color. La espléndida narrativa del artista,
unida a su pasmosa facilidad para la caracterización y lo excelso de
sus trabajados fondos consiguen potenciar la ya atractiva historia y
acercarla al lector hasta límites que, como decía más arriba, sólo
pueden ser calificados como MAGISTRALES.
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