miércoles, 11 de diciembre de 2013

ÉRASE UNA VEZ EN FRANCIA


Lectura apasionante de principio a fin, que aúna una asombrosa capacidad para intrigar con una nada desdeñable cualidad de dejar sin aliento al lector, ‘Érase una vez en Francia’ es, sin lugar a dudas, el trabajo cumbre de ese irregular guionista que hasta ahora había sido Fabien Nury. Responsable de títulos que se mueven entre lo pasable (‘W.E.S.T‘) y lo olvidable (‘Yo soy legión‘), Nury firma aquí una historia narrada, haciendo uso de los mismos personajes, en tres líneas temporales bien diferenciadas.
La primera de ellas, la que abre la lectura, nos presenta en tres breves páginas el origen de esa suerte de mafioso francés que será protagonista principal (que no absoluto) de la acción,Joseph Joanovici, un judío inspirado en un personaje real que formó parte de la Francia colaboracionista con el gobierno de Vichy mientras que también ayudaba a la resistencia.Abundando la línea temporal aquí abierta en cómo Joanovici llega a conseguir su privilegiada posición de poder, la segunda de las narraciones, introducida en la cuarta página, nos lleva a mediados de los años sesenta, con un Joseph ya anciano al que todavía persiguen los demonios de la caza a la que se vio sometido por parte de su Javert particular, el juez Fayon.


Cerrando el trío, Nury nos lleva a 1947, momento en que las autoridades comienzan a dar caza a Joanovici por las firmes sospechas que tienen sobre su carácter colaboracionista. Entretejiendo las tres líneas de forma soberbia sin que en ningún momento el lector pierda el hilo de alguna de ellas, el guionista presenta y define a la perfección a un pequeño universo de personajes que van desde la esposa y la amante de Joanivici al juez que lo perseguirá incansable, el hermano que siempre se mantendrá a su lado, los policías corruptos que le ayudarán en su ascenso o el mando nazi que le abrirá camino haciendo lo que sea necesario .

Pero el trabajo de Nury no encontraría tan sobresaliente apreciación sino hubiera venido acompañado por el sublime trabajo que hace Silvain Vallée a los lápices, tintas y color. La espléndida narrativa del artista, unida a su pasmosa facilidad para la caracterización y lo excelso de sus trabajados fondos consiguen potenciar la ya atractiva historia y acercarla al lector hasta límites que, como decía más arriba, sólo pueden ser calificados como MAGISTRALES.


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