jueves, 5 de diciembre de 2013

"PEPE" DE CARLOS GIMÉNEZ



La aparición de una obra nueva de Carlos Giménez siempre es buena noticia. Es uno de los tres o cuatro historietistas españoles más importantes, y el hecho de que hoy siga al pie del cañón resulta admirable.
Es la primera entrega de una obra en curso, netamente sentimental, con una carga emotiva de la que uno no puede abstraerse. Pepe es la biografía de José González, uno de los mejores dibujantes realistas del cómic español, famoso por su habilidad para plasmar mujeres voluptuosas y, sobre todo, por su Vampirella. Fue también uno de los muchos que trabajaron en la agencia Selecciones Ilustradas de Josep Toutain, y fue también amigo personal de Giménez. Y esto es esencial para entender el tebeo: Pepe es una carta de amor a un amigo ausente, y sus páginas rebosan un cariño sincero con el que es imposible no simpatizar. Si el lector entra en la propuesta inevitablemente se dejará llevar por Giménez en su viaje a través de la vida de Pepe. La importancia que tiene para él es tal que da la impresión de que aparta cualquier otro aspecto a un plano secundario. No le importa olvidarse de sus característicos experimentos con la composición de página y centrarse en una narración sobria y funcional, o repetir recursos, como la apertura del tebeo con estampas de la vida barcelonesa —similar a las que utilizaba en Barriocon Madrid—, o incluso anécdotas enteras ya contadas en Los Profesionales. No le interesa innovar y ni siquiera se plantea qué significa esta obra en su carrera, o qué aceptación tendrá por parte de los lectores. Simplemente, se entrega por completo al homenaje sincero, a la admiración absoluta.
Más que una biografía, Pepe es una recolección de anécdotas sin solución de continuidad. Cada escena, leída independientemente, funciona e interesa, y muchas son muy divertidas y están llenas de la vitalidad y la verdad que caracterizan toda su obra. Por supuesto, a estas alturas, nadie va a negar la gran habilidad de Giménez para el dibujo y la narración. En este sentido, no desmerece de cualquiera de sus mejores tebeos. Mima cada detalle y cada personaje con el cuidado y el calor de siempre, y recrea de nuevo el ambiente de la época y el trabajo en el estudio —aunque éste no sea el tema central— como sólo él sabe hacerlo, con esa nostalgia entre lo amargo y lo dulce que no elude la crítica ni aquello que no es cómodo recordar. Giménez quiere hablar de Pepe, quiere que su voz se escuche en el relato, que lo acompañe, como si nos estuviera hablando en persona. La biografía de Pepe sin duda es cualquier cosa menos convencional, y no se puede poner en duda que él era una persona fuera de lo común que se ganó la admiración de los que le conocieron, y no solamente por lo bien que dibujaba. Giménez se reserva para el final un giro perfecto que pincha el globo que ha ido inflando durante todo el libro: jugada maestra que demuestra que el genio no se pierde de la noche a la mañana.
Es imposible no conmoverse ante lo que nos ofrece Carlos Giménez. Retornar al escenario y el reparto de Los Profesionales puede no ser original ni tener el impacto de la primera vez, pero resulta muy grato. Los Profesionales no es sólo la mejor serie de Giménez, sino que algunas de sus historias se encuentran entre lo mejor que ha dado el tebeo español. Recordemos que la obra no está terminada. Pepe es una obra de madurez, una obra de alguien que ha sido —y es— todo en la historieta, y que ha llegado a un punto en el que se ha permitido dibujar un tebeo con la libertad incluso de no tener que estar a la altura de nada. Y sobre todo la clave tal vez esté en que Pepe es un cómic dibujado con las entrañas .








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