De
igual modo que no todas las novelas negras que merecen la pena leerse
vienen de los Estados Unidos, tampoco el mejor cómic policíaco
surge necesariamente del país que lo vio nacer.
A
esta tradición del cómic de género negro, se ha sumado
recientemente Sherman,
serie escrita por Stephen
Desberg y
dibujada por Griffo,
que consta de seis volúmenes en el país vecino o bien de tres en la
edición española.
El
arranque de la obra en cuestión está ambientado en el Nueva York de
finales de los años 40, aunque el lector enseguida descubrirá que
se le van a contar varias líneas temporales de forma intercalada:
así, la acción arranca con el atentado contra la vida de Robert
Sherman, un político demócrata del que se dice podría ser el
próximo candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Pero lo
que en principio podría parecer un crimen por razones políticas
pronto se revelará como el inicio de una cruenta venganza contra su
padre, Jay Sherman.
Será
mediante varios flashbacks
como
conoceremos los orígenes de este último, verdadero protagonista del
relato, que empezó desde lo más bajo (era hijo de un vagabundo sin
oficio ni beneficio) y acabó convirtiéndose en uno de los hombres
más adinerados del país, impulsado por la promesa que le hizo a su
progenitor poco antes de que este falleciera: que él o su hijo
acabarían siendo el más alto mandatario de la nación.
Alguien
dijo una vez algo parecido a “No conozco ningún hombre rico que no
haya perjudicado a muchos para llegar a serlo”. El guionista de El
Escorpión e
I.R.$.
hace
de Jay Sherman un buen ejemplo de ello, porque en su camino ha dejado
atrás crímenes de muy diversa índole, algunos de sangre, que le
permitieron ir ascendiendo poco a poco en el escalafón social hasta
alcanzar su actual posición privilegiada. Una posición que podría
perder junto a lo que más quiere, su familia, si aquel o aquellos
que claman venganza cumplen su terrorífica promesa…
Sherman
hace
gala de las características que desde siempre han definido a la
historieta europea entendida como un todo: un relato construido con
oficio, donde se presta atención al retrato de los personajes tanto
como a las escenas de acción, y donde no faltan ciertas dosis de
intriga para mantener la atención del lector. Y, sobre todo, un
dibujo de corte clásico, que apuesta por el detalle y huye de
cualquier atisbo de experimentación formal. Así, sus páginas están
construidas a la antigua usanza, con una disposición de viñetas que
en ningún momento pretende romper con lo establecido, y que en
cambio opta en todo momento por ponerse al servicio de la historia
que se cuenta.Por
lo tanto, Sherman
se
presenta como una historia de corrupción política, tejemanejes
empresariales y actos de venganza cuyas raíces se hunden en el
pasado reciente (ese que en Norteamérica se veía condicionado por
una fuerte crisis económica y en Europa por la temible ascensión al
poder del partido nacionalista liderado por Hitler en Alemania), y
que gustará tanto a los amantes de los relatos gangsteriles como,
sobre todo, a los fanáticos de los thrillers
de
corte histórico; unos y otros, sin duda alguna, acabarán sintiendo
al pasar las páginas de Sherman
el
placer de la lectura de manos de un par de artesanos del relato
gráfico.
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