ESCENAS
DE UN MATRIMONIO INMINENTE
Escenas
de un matrimonio inminente es
un divertimento de Tomine, un capricho agradable y sin complicaciones
que se lee con mucho agrado. Al principio se entra con cierta
reserva, pero pronto se empatiza con esa pobre pareja atropellada por
las circunstancias. Tomine se nota muy suelto, desenfadado, sin la
presión de hacer una gran obra. Siendo el buen dibujante que es no
tiene dificultad en encontrar un estilo adecuado, muy limpio y fino,
algo que cuadra perfectamente con el formato pequeño del tebeo.
Escenas
de un matrimonio inminente es
el típico cómic que pasa desapercibido, como una obra menor
de
la que nadie se acordará pasado un tiempo. Sin embargo, como muchas
veces pasa, encierra más calidad y sobre todo más verdad que muchas
obras mayores.
Es un tebeo encantador, que llegará fácilmente a todo el mundo
porque todos conocemos a alguien cercano que se ha casado y ha
montado la superproducción del siglo. Los casados podrán recordar
su propio follón y los solteros sentirán escalofríos. En serio:
una lectura muy divertida y agradable.
“Boda”
es una palabra corta, pero que abarca millones de pequeños ritos,
tradiciones y convenciones sociales que si fueran vistas desde el
espacio exterior por algún visitante extraterrestre carecerían de
explicación racional. Y más aún si la boda tiene lugar en EE UU,
donde tienden a hacerlo a
lo grande.
De
todo esto trata el último tebeo de Adrian
Tomine,
Escenas
de un matrimonio inminente.
Tomine es un autor clave en la escena independiente de los años
noventa, en los que empezó a publicar su comic
book,
Optic
Nerve,
un poco a la manera del Palookaville
de
Seth
o
el Eightball
de
Daniel
Clowes.
Las historias cortas de Tomine, entre lo cotidiano y lo inquietante,
fueron en gran medida responsables de que en los cómics pudiera
contarse de todo. Muchas de ellas, releídas hoy, siguen pareciendo
obra de un autor excelente.
Como
se cuenta en sus páginas, Escenas
de un matrimonio inminente nace
como original regalo de recuerdo para los asistentes a la boda, que
recibirían un ejemplar. Quizás por eso, por ser un tebeo que iba a
leer toda su familia, el tono es muy amable, menos oscuro de lo que
en Tomine es habitual. Convertido junto a su pareja en el
protagonista, nos cuenta los minuciosos preparativos de su boda, y
cómo poco a poco van cayendo en ese torbellino lleno de situaciones
absurdas en las que la lógica se toma unas vacaciones. Tomine
critica sin maldad, sin meter el dedo en el ojo, con un costumbrismo
que huye de la autocomplacencia pero tampoco acude a la
autodestrucción.
Refleja la resignación con la que la pareja, que
se había prometido no convertirse en un par de histéricos egoístas
para los que el tono de color de una servilleta o una tipografía en
una invitación se convierten en asunto de estado, asume que se ha
dejado llevar por la incontenible marea nupcial y no queda otra que
apechugar porque, ya que están, lo suyo es que salga lo mejor
posible. Entre gruñidos y muchos nervios, ambos se enfrentan a
titánicos retos, como escoger un DJ para la fiesta, comprarse la
ropa, diseñar las invitaciones o confeccionar la lista de invitados.
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