Aquí os presento una reseña de Antoni Guiral sobre Píldoras azules, un cómic muy recomendable que os espera en la Tebeoteca Caparra. Su autor es Frederik Peeters.
Píldoras
azules
Antoni
Guiral
Da
igual lo que uno u otro pueda escribir sobre este libro. Leerlo es
vivirlo, y con Píldoras azules, como con cualquier pieza de arte que
conmntoni Guiralueve, se remueven muchas cosas. Peeters utiliza el género
autobiográfico con una ética privada, como todas; valiente,
dispuesto a compartir, a desnudarse, para que todos, de alguna
manera, podamos reconocernos. Comparte un retazo de su vida, uno de
esos que en otras manos acaba en folletín degradado, explotando
sentimientos básicos; Peeters no cede a la moralina, no quiere dar
ejemplo, sólo busca preguntas y respuestas, y vive. En esencia,
Píldoras azules es la historia de amor entre un joven dibujante de
tebeos y una mujer afectada por el virus de inmunodeficiencia
adquirida, como su hijo de tres años. Peeters relata cómo vive con
ello, su relación con la mujer, con el niño, con un médico.Nos
explica su historia desde dentro, desde la intimidad de su
conciencia; dibuja lo que siente, no lo que ve. Y no se lo pone
fácil: los saltos temporales, las imágenes surrealistas, la
narración sincopada, todo compone un puzzle que encaja. Encaja
porque para Peeters es tan importante el qué se cuenta como el cómo
se cuenta. Su pincel es a veces suave, a veces incómodo; su grafismo
expresionista se torna impresionista cuando la historia lo requiere.
Sus personajes son tan quebradizos como su vida interior. A Peeters
nunca le ha interesado el lucimiento, sino el servicio a la historia,
y en Píldoras azules lleva esa máxima a un extremo, un extremo que
permite al lector no “entrar” en la historia sino “estar” en
la historia. En literatura, el naturalismo es una corriente tan
compleja como aceptada. En historieta, el naturalismo es casi
imposible. La hipótesis de la enfermedad como producto del deterioro
y la distorsión de las estructuras sociales es difícil de encajar
en viñetas. Extraer de la vida ambientes, detalles, palabras,
conversaciones o sentimientos y
plasmarlos
en viñetas para hacerlos reales sólo está al alcance de algunos.
De su voluntad, claro, pero también de su pericia. Peeters no parece
un autor joven, en el sentido del dominio de la técnica y su
aplicación. Tampoco la reinventa o la experimenta, sencillamente
demuestra haberla reflexionado lo suficiente como para descomponerla
y volverla a fusionar, poniéndola al servicio de un acto íntimo que
se quiere comprensible. Que la historieta es un medio ya adulto es
cosa sabida; Peeters no hace más que confirmarlo. Cualquier forma de
comunicación necesita de un tiempo para su desarrollo. La historieta
es, todavía, relativamente joven. Apenas estamos entrando en la edad
adulta. Pero recordemos que la esencia de la historieta es explicar
historias; tal vez por eso, en este mar de mediocridad que nos
salpica, encontrarse con un tebeo como Píldoras azules es recordar.
Recordar que hay autores que sí tienen cosas que contar y que saben
hacerlo. Recordar que podemos permitirnos el lujo de adjetivar con
palabras como “madurez” o “excelencia” ciertas historietas.
Recordar que los cómics no sirven sólo, que también, para llenar
el ocio, sino que pueden hacernos replantear muchas cosas e incidir
en nuestras vidas. Píldoras azules es un ejercicio entre naturalista
y metalingüístico que admite todos estos recordatorios. Es un
ejemplo perfecto de tebeo para mentes adultas, en el sentido de
búsqueda, inquietud, reflexión y apertura de mente que esa palabra
supone. Pero, creedme, con un libro como éste de nada sirven,
insisto, críticas o reseñas. Sólo un consejo: hay que leerlo.
“Me
siento... relajado... tranquilo... Abierto a lo que sucede fuera de
mi
bóveda craneal...” (viñeta 3 de la página 145 de Píldora
azules).
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