La piel del oso
Zidrou (guion) y Oriol (dibujo)
Norma Editorial
Amadeo
es un chico de quince años que vive en un pequeño pueblo de Lípari,
la isla italiana, y que cada día gana algo de dinero leyéndole el
horóscopo a don Palermo, un anciano invidente al que cuida su tía.
Cuando el joven le pregunta a este la verdadera razón de su interés
por un entretenimiento tan banal, el anciano le acaba contando la
historia de su vida: concretamente, cómo a finales de la década de
los 30 pasó de ser el hijo de unos artistas circenses a convertirse
en sicario de uno de los mafiosos más poderosos de Stonefield, una
ciudad de la costa este de Estados Unidos.
Contado
así, qué duda cabe de que La
piel del oso es
un cómic de género negro; más concretamente del subgénero que
forman los relatos protagonizados por gángsteres y ambientados en el
mundo de la Mafia,
la Cosa
Nostra o,
en definitiva, cualquier microcosmos vinculado al crimen organizado.
En este relato escrito por el belga Zidrou
y
dibujado por el catalán Oriol
no
falta nada de lo que se suele esperar del mismo: mafiosos sin
escrúpulos, pistoleros a sueldo, enfrentamientos entre clanes por el
control del mundo del crimen, economía sumergida, honor mancillado,
venganzas que se gestan a lo largo de los años…
En
efecto, aquel que empiece a leer las 64 páginas del álbum (una de
las extensiones habituales del mercado europeo) descubrirá muy
pronto que don Palermo no es ciego ni de nacimiento ni por accidente,
y que su antigua asociación con el temible don Pomodoro, un gángster
que estrenaba traje blanco a diario y que se enorgullecía de
mancharlo de sangre antes de la puesta de sol, estaba promovida por
un poderoso deseo de venganza. Un deseo provocado por un acto que
para el mafioso podría resultar intrascendente pero que para el
joven supondrá un antes y un después en su vida: nada más y nada
menos que la pérdida de la inocencia, representada por esa piel de
oso que da título a la obra y que el personaje vestirá a partir de
entonces a modo de metáfora de su transformación.
En
cambio, a priori podría parecer que en La
piel del oso se
da una fractura entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta: el
acabado visual que el dibujante, que debuta con este álbum, le
confiere a la obra no parece el más apropiado para un relato como el
que le ofrece el guionista de Lydie,
o al menos no es el más usual para una trama de estas
características. Y es que su estilo –véanse las figuras humanas,
de aspecto intencionadamente no naturalista, o los colores planos de
algunos fondos– resulta mucho más próximo a la historieta de
autor, de corte intimista, que a lo que suele entenderse por un
relato de género. Pero, ¿y si La
piel del oso no
es, o al menos no es solamente, ni siquiera principalmente, un relato
de género? Esto es lo que descubrirá también aquel que se adentre
en el relato hasta su tercio final, y no me refiero a ese ligero (y
agradable) toque autoconsciente que salpica toda la obra, determinado
por el hecho de que don Palermo se ganara la vida años atrás
escribiendo novelitas de quiosco probablemente inspiradas en su vida
real, y que cuando era adolescente leyera con avidez las historietas
del Dick
Tracy de
Chester Gould… aparte de que siempre tuviese un recuerdo especial
de John Steinbeck y su novela Las
uvas de la ira por
razones que no vamos a desvelar aquí. Me refiero más bien a la
conclusión del relato, donde no falta alguna que otra sorpresa que
incremente el interés del lector, pero que sobre todo hace gala de
un hálito de índole romántica que confiere verdadera personalidad
a la obra, la cual finaliza con una página bellísima que por sí
sola justifica su lectura con creces.
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