viernes, 24 de enero de 2014

LA NOVELA GRÁFICA

LA NOVELA GRÁFICA

SANTIAGO GARCÍA


Es sabido que para que una disciplina sea tomada en serio, ha de surgir un corpus teórico que la valide como objeto digno de estudio. En el caso del cómic, han sido intermitentes los autores que, desde su nacimiento, han encarado estudios más o menos rigurosos en torno a su lenguaje y modos narrativos; pero aún queda mucho por analizar y, sobre todo, aún quedan muchos lugares comunes que desterrar. Por ello, la obra de Santiago García (no por nada autor de cómics) llega en el momento idóneo. Una obra accesible y disfrutable tanto por parte del lego en la materia, como por parte del iniciado; una obra oportunista, entendiendo oportunismo como la habilidad para extraer el mejor rendimiento a los recursos con que se cuenta, aprovechando los puntos fuertes del
momento para fijar líneas de investigación futuras que sigan engrosando ese corpus teórico, abriendo debates, (independientemente de polémicas, conformidades o desapegos hacia la etiqueta de “novela gráfica”) y dando carta de naturaleza al concepto de novela gráfica en España.
Un concepto y una obra que a las bibliotecas nos ha venido de perlas por el refuerzo que supone a la hora de dar fundamentos a la afición que buscamos despertar desde nuestras comictecas.


Sin necesidad de remontarnos a Rodolphe Töpffer, hay una serie de obras que han teorizado y tomado en consideración al cómic. Desde el ya mítico ensayo de Umberto Eco Apocalípticos e integrados, pasando por la Historia social del cómic de Terenci Moix, o las obras de referencia de Will Eisner o Scott McCloud; o, en un ámbito más cercano, el ambicioso Atlas Español de la cultura popular de Jesús Cuadrado, u otros títulos representativos de la ingente y necesaria labor pedagógica e investigadora que figuras como Luis Gasca, Roman Gubern, Javier Coma, Antoni
Guiral (imprescindible la colección: Del tebeo al manga) o Manuel Barrero llevan años desarrollando. Si a esto sumamos los frentes abiertos desde el ciberespacio con blogs de referencia como el de Álvaro Pons, Entrecómics o Tebeoesfera, podemos decir que el interés por el cómic cada vez se abre más al exterior. Y quizás, ante esta incipiente madurez, quepa plantear el asunto
más peliagudo, pero al mismo tiempo necesario: “la necesidad de salvar al cómic de su propia afición”. Y entrecomillo esto a sabiendas de los sarpullidos que puede provocar, pero la endogamia nunca es saludable, y el mundillo del cómic peca excesivamente de ser el culto de una orgullosa minoría cuya exclusividad, una vez alcanzado este punto, sólo puede perjudicarle. Una vez transportada la antorcha, hay que saber dejar que se encienda el pebetero que ilumine a todos, y
no querer atesorarla de manera excluyente, haciendo que se apaguen los reflejos que, cada vez más, alegran el ocio y la cultura de nuevos lectores.
De ahí lo oportuno de la obra de Santiago García, que rastrea los antecedentes de lo que se entiende como novela gráfica remontándose a los orígenes: sirve como repaso histórico a la vez
que como tesis abierta a la contestación, la matización o la adscripción; pero que en cualquier caso enriquece el debate más sesudo, a la vez que lo abre al público en general por su afán divulgativo, avanzando un paso más en la normalización del cómic. No recuerdo qué estrella pop decía que en un determinado punto de su carrera, había sido consciente que debía abandonar el underground; y esto se podía aplicar un poco al momento actual del cómic. No se trata de perder su capacidad subversiva, ni de aburguesar su discurso; simplemente, de abrirse al mundo diluyendo estereotipos, y de terminar dignificando públicamente a un arte que, tímidamente, ha empezado a desembarazarse de las losas que pesaban sobre él.

VICENTE FUNES

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