Diario
de Tebeos
Álvaro
Pons
Suelo
tener muchos prejuicios ante los ilustradores que se pasan a la
historieta. Pese a todas sus evidentes relaciones, ilustración y
tebeos tienen lenguajes muy diferenciados, que utilizan recursos en
muchos casos muy alejados, que pueden llegar a interferir
negativamente entre sí. La concepción narrativa de la ilustración
puede ser, en ocasiones, una rémora para la secuencia de la
historieta, aunque en muchos casos el mayor problema estriba en que
la traslación de uno a otro campo transforma la historieta en un
seguido de ilustraciones, donde el aspecto estético-compositivo
prima sobre la narración. Unos prejuicios que el ilustrador Shaun
Tan me ha destrozado en Emigrantes, que acaba de editar,
primorosamente, Barbara Fiore Editora. El australiano es un dotado
artista, con una impresionante habilidad camaleónica, que le permite
variar su estilo en cada nuevo trabajo, pero siempre magistralmente
y con un profundo dominio de la técnica. Obras como La cosa perdida
o El árbol rojo, publicados por la misma editorial, son buenos
ejemplos. Sin embargo, con esta nueva obra Tan rompe radicalmente con
sus anteriores trabajos, afrontando una historia propia con un
espectacular estilo hiperrealista, penetrando en el mundo de la
historieta para contar la dificultad del emigrante, el impacto que le
supone la inmersión en una cultura que no es la suya. A priori, un
argumento en el que es difícil evitar los tópicos manidos, pero que
multiplica su complejidad cuando lo que se quiere es transmitir este
mensaje a un niño. Una dificultad que Tan sabe salvar con exquisita
elegancia, evitando las palabras y plasmando en imágenes la
sensación de soledad del emigrante a través del contraste entre una
realidad presentada de forma casi fotográfica y una fantasía
desbordante. El emigrante sale de una existencia gris para entrar en
una ciudad mágica, donde la imaginación se desborda visualmente,
pero que supone una serie de códigos indescifrables para él. El
hiperrealismo fotográfico, con esos tonos sepia que recuerdan las
antiguas fotografías de aquellos que llegaban a América a
principios de siglo, se opone así a arquitecturas imposibles que
beben directamente del universo de las Ciudades Oscuras de Schuiten y
Peeters, o a criaturas imposibles que recuerdan a las faunas
fantásticas de Miyazaki o Dave McKean. Un estilo cuidado en el que
la narración gráfica y la ilustración se van alternando en un
equilibrio casi perfecto.
Tan
consigue una historia universal, perfecta para un niño, pero
tremendamente evocadora para el lector adulto, que disfrutará
igualmente de ella. Una obra de una belleza exuberante.
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